Era un barrio tranquilo, obrero, pero que entre sus largos callejones y alcantarillado defectuoso ocultaba un secreto que no querian que quedase al descubierto. Como suele pasar en estos casos, sus habitantes, olvidados por la clase dirigente, se aferraba a sus creencias y tradiciones. Habia una puerta que destacaba, entre otras más grises y más pequeñas, con un color rojizo que brillaba cuando el sol vespertino golpeaba sus oxidadas bisagras. Era la casa de Manolo, el del bombo, que metido a cofrade semanal, estaba harto de ver como la cerradura y sus alrededores acababan llenos de sangre. Él, un tipo practico, decidió tirat de Titanlux.
Ale... a cuidarse!
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