Tranquilos, ahora procedo a relataros esta maravillosa historia de amor pasional, tragedia y desengaño. Si me retraso es para causaros la poderosa necesidad de leerlo, ¿un bisalto?...es más, ¿un bisalto que quiere ser princesa? Lo sé, es la mejor idea que jamas ha visto la luz. Procedo.
Era un joven apuesto, el mas verde y esférico de la vaina. Siempre había vivido con sus hermanos y su madre en un espacio, quizás, demasiado reducido, pero muy apañadete. "El armario empotrado fue la mejor compra que podíamos haber hecho" repetía constantemente su madre. Desde pequeño, le habían educado para que en primavera, con la primera cosecha, emprendiera una larga travesía que le conduciría hasta una muerte horrenda, masticado por los molares artificiales de algo octogenario o ingerido directamente a través del esófago, sufriendo una muerte lenta y dolorosa en el estomago. Así como sus hermanos habían aceptado su destino, él no se resignaba. Había leído en la ultima edición impresa de la "Superpop", que el príncipe guisante buscaba mujer. Como, y es por todos sabido, los bisaltos son un poco amanerados, se lanzó a la búsqueda de su príncipe azul, aquel que le salvaría de una muerte lenta y dolorosa. Atravesó un par de hectáreas de secano, y otras dos de barbecho hasta dar con la vaina real. Una fila de engalanadas guisantas la rodeaban. Tuvo que soportar los chismorreos de todas las arpías que le rodeaban. Pronto, el rumor llego hasta el príncipe, el cual, sorprendido ante tan extraña presencia, le concedió una audiencia. El príncipe fue claro con él, no quería gobernar. Siempre había querido ser uno de las mas grandes del papel cuché, y aquella ocasión se le presentaba en el mejor momento. Dejaron los términos bien claros, lo suyo seria una unión de conveniencia; uno no quería morir, el otro vivía para posar con la Preysler.
Fue una boda por todo lo alto, acudieron reyes y princesas de todos los campos colindantes. Incluso el rey Girasol, saltándose el protocolo, acudió a tan magna cita. Pero la felicidad les duró poco. A los dos días del enlace, un agricultor barrigón y con gorra de John Deere sesgó su felicidad.
Así que, señores, señoritas y demás engrendros que pueblan nuestro mundo, si en alguna bolsa de congelados Findus encontráis un bisalto, no le discriminéis. Él solo buscaba la felicidad.
Ale...a cuidarse!
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